20.10.09

Comedor comunitario - Parroquia Santa Julia


Hace diez años, Tita se tropezó con algo en la calle. Cuando se dio cuenta de que ese algo era una persona que pedía un vaso de agua para su bebé, tomó una desición que le cambiaría la vida: creó el comedor comunitario Santa Julia, uno de los 471 comedores que funcionan en Buenos Aires, según la Organización Panamericana de Salud.
Tita, en realidad Mirta Ferreira, tiene 70 años, es viuda y sus tres hijos ya se fueron de su casa. “La crisis alimentaria apretaba –cuenta Tita mientras revuelve el mate cocido apurada porque ya es la hora de abrir-, entonces me puse en campaña para realizar este proyecto que hoy es mi actividad principal. Yo era ama de casa, mis hijos ya estaban grandes y tenía mucho tiempo libre.”
El comedor funciona en un salón de la Parroquia Santa Julia, ubicada en Juan Bautista Alberdi y Víctor Martínez, en el barrio porteño de Caballito, todos los días de 7 a 9 de la mañana. Está decorado con guirnaldas y a veces ponen globos para que los nenes que concurren se los lleven a sus casas. Es oscuro y frío pero, en cuanto entran las personas, el clima cambia y se ven sonrisas y abrazos.
Antes estaba Tita sola, pero ahora su comedor es un emprendimiento mayor: tres personas están a cargo de la cocina y dos voluntarios se encargan de servir el desayuno todas las mañanas y de recibir las donaciones de los vecinos: leche en polvo, yerba, azúcar, mermelada, facturas o pan que entregan las panaderías de la zona. La parroquia nunca tuvo que poner un peso, todo se mantiene con estas donaciones y con colectas que organizan los colegios de la zona, el Instituto Dámaso Centeno y el Marianista.
El párroco Antonio Domingo Aloisio se levanta temprano para bendecir a los comensales y para darles un pensamiento espiritual y positivo. Al terminar, todos murmuran sobre el tema que se habló. “Entonces, si Dios dice que no hay que robar, ¿por qué el tío Jorge está en la cárcel papá?”, pregunta un nene de 5 años sin conseguir respuesta. “Viste Mari, no hay que traerlo más a Ramiro”, le dice el papá del chico a su esposa.
Todos los días concurren al comedor de Tita 150 personas y muchos bebés que no paran de llorar hasta que les dan la mamadera. En invierno son más y se organizan haciendo tres turnos todas las mañanas. Al principio, las familias venían de lugares distintos. Hoy, los comensales son siempre los mismos. Ya se conocen entre ellos y hasta se hicieron amigos.
Las familias que necesitan, además, almuerzo y cena están anotadas en una lista. Ellas reciben semanalmente una canasta con alimentos no perecederos. “En una época las mandaba el Gobierno de la Ciudad, pero ahora sólo depende de los que quieren ayudar”, aclara Raúl Miguel Perrupato, un sacerdote que celebra misas en la misma Iglesia. A cualquier hora del día uno puede ayudar dejando alimentos en Secretaría, seguramente van a tener la suerte de conocer a Tita.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Soy testigo desde hace años del trabajo que se realiza en la parroquia Santa Julia;se necesita de la colaboracion de toda la comunidad para que este continue funcionando,no solamente con donaciones sino tambien con personas de buena voluntad como Tita para ayudar a atender a tanta gente.Hermanos!!!!sumense a esta cruzada por el bien del projimo,los esperamos.